miércoles, 30 de junio de 2010

Dos proyectos republicanos antagónicos HISTORIA MEX 2

DOS PROYECTOS REPUBLICANOS ANTAGONISTAS
Damos al periodo considerado aquí el nombre de "República barroca". Con la palabra "barroca" no queremos solamente calificar las formas híbridas que revistieron las instituciones políticas y la actuación de los gobernantes para conciliar los requisitos de la organización del Estado liberal con las resistencias de una sociedad todavía tradicional, que se concebía bajo la forma de entidades autónomas dotadas de una fuerte identidad propia. También queremos subrayar la permanencia y el vigor de toda una herencia monárquica y católica en el México de las primeras décadas de vida independiente: todo un conjunto de prácticas y valores políticos y culturales, asociados a creencias y lealtades antiguas, que habían sido las de la Nueva España en la época barroca y que no lograron neutralizar los afanes modernizadores de los reformistas borbónicos. En cuanto a lo que nos interesa aquí, las formas ceremoniales que se desarrollan en el espacio urbano, éstas no cambiaron mucho a finales del siglo XVIII, a pesar de que la élite gobernativa quiso imponer las normas neoclásicas del "buen gusto" y una mayor sobriedad, tanto en la arquitectura de los edificios públicos como en las manifestaciones públicas del culto religioso o monárquico. Hasta las grandes transformaciones del espacio urbano llevadas a cabo a partir de los años 1860 la capital de la república conservó su aspecto de ciudad barroca y la sociedad urbana siguió participando en toda una serie de instituciones corporativas a través de las cuales desempeñaba numerosas actividades culturales y expandía en todo el espacio ciudadano una profusión de fiestas y procesiones sobrecargadas de símbolos, alegorías, imágenes de santos, etc… Este contexto cultural barroco es el marco dentro del cual se desenvuelven las instituciones republicanas en la primera mitad del siglo.
Hay que recordar que el sistema republicano se impone en México, no sin debate, después del fracaso de la monarquía constitucional de Iturbide. El texto "fundador" de la República, el "Plan de la Constitución Política de la nación mexicana", votado por el primer congreso constituyente el 16 de mayo de 1823, nos permite entender cuán ambiguo era en sus principios el contenido de la idea republicana. El Plan define la nación como "la sociedad de todas las provincias del Anahuac o Nueva España, que forman un todo político". Luego indica cuáles son los derechos de los ciudadanos: la libertad (de hablar, pensar, escribir, imprimir … ), la igualdad frente a la ley, la propiedad, y, por fin, "el de no haber por ley sino aquella que fuese acordada por el congreso de sus representantes". Entre los deberes del ciudadano, el primero es "profesar la religión católica, apostólica, romana como la única del Estado" (además de "respetar las autoridades legítimamente establecidas", "no ofender a sus semejantes", "cooperar al bien general de la nación"). En seguida el texto define la soberanía de la nación como "única, inalienable, e imprescriptible", y añade que "puede ejercer sus derechos de diverso modo, y de esta diversidad resultan las diferentes formas de gobierno". En consecuencia, la forma de gobierno adoptada por la nación mexicana es la de una "república representativa y federal".
En consecuencia, en 1823 los diputados escogen la república como el régimen político que consagra la libertad y la igualdad, así como el ejercicio de la soberanía nacional bajo la forma representativa. Se trata de una opción política escogida, en primer lugar, en contra del "despotismo" representado en el exterior por la Europa de la Santa Alianza, y en el interior, por el partido borbonista presente en el congreso; en segundo lugar, contra el Emperador Iturbide y su fracasado imperio, cuyos principios políticos eran sin embargo, en teoría, los mismos que los afirmados por el Plan (libertad, representación, régimen constitucional, etc.). El Plan era la consecuencia lógica del decreto de 8 de abril, cuyo articulo 1° afirmaba:
"Jamás hubo derecho para sujetar a la Nación Mexicana a ninguna ley ni tratado, sino por sí misma o por sus representantes nombrados, según el derecho público de las naciones libres. En consecuencia, no subsisten el Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba, ni el Decreto de 24 de febrero de 1822, por lo respectivo a la forma de gobierno que establecen, y llamamientos que hacen a la Corona; quedando la Nación en absoluta libertad para continuar como le acomode"
Decreto del soberano Congreso constituyente mexicano", 8 de abril de 1823, AGN, GOB s/s, vol. 53, exp. 7.

2 comentarios:

  1. Se eligió el régimen republicano después de comprobar que ningún príncipe Borbón aceptaría venir a México para coronarse, ya que España rechazaba los Tratados de Córdoba, e Iturbide no respetaría los principios políticos liberales. La decisión de adoptar la república fue, pues, relativa. No dio lugar a la definición de nuevos principios políticos, tampoco al abandono de la identidad religiosa católica. Como lo señalaba el segundo artículo del decreto de 8 de abril, "Quedan vigentes por la libre voluntad de la Nación, las tres Garantías de Religión, Independencia, y Unión". La república no era más que la nueva identidad política de la nación independiente y la forma republicana de gobierno, la encargada de garantizar el ejercicio de los derechos y deberes reafirmados en el Plan. Se adoptaba la república, ante todo, por falta de un monarca, lo que no quiere decir, como veremos, que no hubiera republicanos convencidos.
    Ya se sabe cuál fue la precocidad de las naciones de la antigua América Española en adoptar el sistema republicano, dentro de un contexto internacional en el cual las naciones europeas, empezando por Francia, consolidaban el sistema monárquico bajo la forma de "constitucional" y "representativo", o sea, aplicándole los principios de organización política del liberalismo. Ahora bien, la adopción circunstancial del sistema republicano planteó al poco tiempo en México problemas inesperados, al introducir nuevas cuestiones en el debate político. Lo que podía parecer aceptable bajo una monarquía constitucional, es decir, la intolerancia religiosa institucional (un rey, una religión), ya no lo era dentro de un sistema republicano que debía encontrar en sí mismo, y sólo en sí mismo y en el respeto de sus principios, su propia legitimidad.

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  2. Así, un autor como José María Luis Mora defiende a lo largo del primer tomo de su historia de las revoluciones en México la idea de que una buena parte de la herencia colonial -los fueros y el principio de la intolerancia religiosa- era en absoluto incompatible con los principios de una república moderna o verdaderamente liberal afirmados en la constitución del 4 de octubre de 1824. Desde la independencia hasta el triunfo de la Reforma, o sea, de la república moderna, vemos coexistir y oponerse dos proyectos de república a través de los cuales encontramos el principal motivo de la lucha entre "liberales" y "conservadores". Por una parte se afirma el proyecto de una república católica, tradicional, que conserva las estructuras sociales y culturales de la monarquía católica española sin renegar la herencia de las luces igualmente católicas tal como fueron fomentadas por Carlos III;
    CITA....periódico como El Farol de Puebla (nov. de 1821-julio de 1822), el proyecto de un gobierno liberal, apoyado en la "economía política", pero cuya principal fuente de inspiración sean la religión y los principios del príncipe cristiano (Hemeroteca Nacional, México).....

    Por la otra, se perfila una nueva república, apoyada exclusivamente en los principios de la política moderna, y que retoma también la herencia, esta vez secularizada, de la ilustración española. Mora cree ver la república moderna realizada en el federalismo:

    "La adopción del sistema federativo ha sido el último, el más fuerte y poderoso impulso que ha recibido la ilustración nacional: cada Estado tuvo que debatir todos los puntos de administración que le tocaban, y cada uno de ellos hizo un punto de honor el facilitar entre los habitantes que lo forman la propagación de todo género de conocimientos. En todos ellos se han establecido imprentas, periódicos, escuelas de primeras letras, bibliotecas, gabinetes de lectura, y en muchos de ellos colegios para la enseñanza de las ciencias; sus diputados y gobiernos respectivos se han visto en la necesidad de instruirse en todo lo concerniente a los ramos confiados a su dirección, y como todos estos funcionarios deben removerse periódicamente, los que vienen de nuevo se hallan en la misma necesidad que produce a su vez los mismos efectos y el aumento extensivo de la ilustración" MORA, op. cit., pp. 84-85

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