miércoles, 30 de junio de 2010

IDENTIDADES PARTICULARISTAS VS IDENTIDAD REPUBLICANA. HISTORIA DE MEX 2

IDENTIDADES PARTICULARISTAS VS IDENTIDAD REPUBLICANA.
En 1824, cuando se abre en el congreso constituyente el debate sobre la elección de una capital federal, el ayuntamiento de la ciudad de México trata de oponerse a que sea elegida la misma ciudad. Lo que se juega aquí, en efecto, es el poder de la entidad como corporación autónoma, como unidad política soberana completa con su territorio, territorio que se presenta también como un espacio simbólico sacralizado, con su catedral, sus templos y sus santos patronos. El prestigio y la autoridad de la ciudad se sostienen con las rentas que le proporcionan los bienes que posee, una parte de las cuales (una mínima parte, es cierto, en el conjunto de los gastos edilicios) tiene un destino religioso y festivo. La identidad propia de la ciudad se afirma a través de una serie de patronatos religiosos y también de compromisos contraídos "de tiempo inmemorial" con conventos y cofradías. Si bien esta situación, repetimos, no es sólo propia de la capital de la república, el problema se vuelve aquí más agudo porque el ayuntamiento de la Ciudad de México y las distintas corporaciones que intervienen en las festividades públicas se enfrentan directamente con las autoridades supremas de la nación en el campo del ceremonial.
la existencia de una densa red horizontal de iniciativas festivas, de las cuales el gobierno federal está en gran parte excluído. Esta red asocia al clero (el de la catedral y los conventos), a las cofradías y al ayuntamiento. En consecuencia, el Estado (o, en el caso de los estados o departamentos, las autoridades locales), no tiene ningún monopolio de la actividad festiva. Como lo demuestra su abundante archivo de "festividades", el ayuntamiento de México se encarga, con el clero y las cofradías, de la organización material de las numerosísimas fiestas religiosas que siguen celebrándose en la primera mitad del siglo. Habría que distinguir entre fiestas de la liturgia católica, tales como Viernes santo o Corpus (decretadas fiestas nacionales), fiestas de los santos patronos de la ciudad (San Felipe de Jesús, San Hipólito) y fiestas de otros santos, como, por ejemplo, la de San Pedro y San Pablo. Pero hace falta señalar que, en realidad, esta distinción no tiene mucha validez en cuanto a la repartición de los gastos y ocupación del espacio ciudadano por las festividades.
En cuanto al espacio urbano dentro del cual se escenificaban las ceremonias públicas, éste ofrecía un aspecto más congruente con los requisitos de la república católica que con la liberal moderna. En su estudio de las fiestas revolucionarias en Francia Mona Ozouf señala que los organizadores se esforzaban en encontrar en las ciudades un espacio neutral, "sin cualidades", un espacio abstracto e uniforme que pudiera servir de simple receptáculo para la puesta en escena de principios también abstractos, como la Libertad o la Igualdad.
M. OZOUF, La fête révolutionnaire, 1789-1799, Paris, Gallimard, 1976, col. Folio, pp. 207 ss.

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